jueves, 30 de septiembre de 2010

Jurabas no sufrir por nadie, por nada, por todo, por todos. Tu corazón decía de sentirlo, de no querer nada, de reir por todo, de llorar por nada, de no arriesgar por nadie, de jugarsela por todos, de ir a buscarla o dejarla un poco de lado. Se decía por ahí que se querían, que se peleaban, que se entendían y ,a veces, se separaban, se decía mucho, se hacía poco. La gente no sabía, pero tampoco inventaba, se decía que mentían, pero que no eran adictos que simplemente reían por el echo de no ser entendidos. Se querían, a todo o a nada, a todos o por nadie; nunca fueron, siempre son, nunca dejaron de ser, es inmortal o tal vez ya haya muerto. En defintiva, era nuestro, o... ¿ de todos un poco ? era propio, era privado, de las puertas para adentro un amor con poco futuro; una risa eterna, un llanto continuo, una malasangre que no cedía y sin embrago, nunca se dejaron. No había cariño, pero mataban el uno por el otro, eran dos, eran tres o eran cuatro, pero siempre, encerrados en un cuarto. De la mano iban por una calle sin salida. ¿ Qué más querían ? Si lo tenían todo, pero nunca lo vivían si eran fuego de noche pero dráculas del mediodía. Aprendieron a vivirse, a sufrirse y a matarse, aunque siempre se los veía despanpanantes. Iban a los gritos contando secretos que eran puras mentiras que nadie había inventado. Se sabían no querer, se sabían entender, de como ir y venir pero nunca de cómo convivir. Se afirmaban los rumores, se mentían las verdades. Se decían amantes, otros firmaban marido y mujer, aunque estaban todos seguros que eran tres.

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